No
tengo tantos años como aparento, y la misma cantidad tal vez a algunos les
parezca insuficiente para poder hablar de cómo veía a mi país en mi infancia,
parte de mi adolescencia y hoy. No es un cliché, decir y pensar que cuando se
está empezando a respirar, los problemas son mínimos. De niños creemos que todo
tiene solución, y la imaginación se apodera de nuestras mentes e ideamos una
vida y futuro perfecto.
Sin
embargo, cuando yo tenía unos siete años disfrutaba de una sociedad sensible, respetuosa y la cual gozaba de
variedad en artículos y servicios. Al acudir a un supermercado, o una tienda
donde comercializaban productos de higiene hallábamos los artículos de las
marcas y proporciones que más nos apetecieran o tuviesen nuestra preferencia.
Al llegar al hogar y querer distendernos con algún programa particular, lo
hacíamos y no era necesario sintonizar un canal de cable o satélite como es
común actualmente.
La
Venezuela del pasado también era rica en carencias. Por muchos espacios transitados
notábamos pobreza y desidia, que hoy persiste pero en menor proporción. Cuando
acudíamos a la escuela pública idealizábamos a la maestra como la autoridad que
merecía todo el respeto y atención posible, y pobre de aquel que dijera una
palabrota frente a ella, el regaño no estaba nada sencillo. Hoy ya no hacen
faltan amenazas con posibles castigos, porque en una institución educativa
desde el más adulto hasta el de menor edad tienen un vocabulario que pasma
hasta al más vulgar de los hombres. Terminar un año escolar y prepararnos para
el próximo representaba un enorme sacrificio que debía estar signado por mayor
compromiso ante una tarea llena de dificultad, para poder aprobar con éxito y
esmero. Y asimismo con otros elementos convivimos en aquella Venezuela de
otrora que no es igual a la de hoy, ni mucho menos a la del futuro; por lo cual
pido a Dios cada día para poder disfrutar de un país mejor (futuramente) y no
el primitivismo actual.
No
quiero que este artículo se convierta en unas cuantas líneas donde pensemos “este
gobierno ha sido lo peor”, “este es otro utópico que piensa en eso de todo
tiempo pasado fue mejor”. Por el contrario, la situación actual debe hacernos
reflexionar y pensar que ayer tuvimos muchas cosas buenas y de igual forma
ocurrieron hechos lamentables, pero hoy no podemos estar peor. Definitivamente
debemos luchar por la consecución del bien común y avanzar.
No
se justifica como la calidad de vida del venezolano cada día es más distante a
ser verdaderamente “ÓPTIMA”, y todo ello por las enormes deficiencias en el
transporte público, los servicios básicos, la internet, los productos de
consumo masivo, la inexistencia de un aparato realmente productivo, la
invisibilización de empresas dedicadas a satisfacer las necesidades de la
población, televisoras donde se informe, culturice, recree y eduquen los
ciudadanos de todas las tendencias políticas y en las cuales hayan muchas
ofertas y competencia entre dichas empresas (como anteriormente con RCTV y VV).
Quiero
una nación donde salir a la calle y reclamar los derechos no represente una
automática descalificación por parte de sus regentes, que no exista temor por
ser víctima del hampa y la violencia. Quiero una Venezuela en la cual el
respeto sea rey entre las pasiones de cualquier tipo. ¡Basta de anarquía!.
Construyamos todos el país anhelado y posible si nos esforzamos.
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