lunes, 18 de agosto de 2014

Fuga de talentos


Han sido muchas las personas que en los últimos años se han dedicado a describir y analizar un hecho tan preocupante: la fuga de talentos. Mentes brillantes, con credenciales considerables y sanas ambiciones cuyo único pecado pareciera ser aspirar una mejor calidad de vida, al no encontrarla en su propio país de origen emigran para demostrar lejos de nuestras fronteras sus capacidades y competitividad.

En una sociedad en condiciones “normales” un porcentaje mínimo se marcharía a países de primer mundo o tal vez a naciones de iguales características para continuar su formación o recibir paga en moneda extranjera que cubra sus necesidades personales, vivir una experiencia diferente y conocer ampliamente su oficio de acuerdo a diversas realidades.


Hoy en Venezuela mucha gente se está yendo y no pareciera interesarle al gobierno. A la oposición menos, porque estos solo los mencionan para generar reacciones en el electorado, sin manifestar un plan de acción permitidor del regreso de aquellos viajeros criollos.

Nadie se pregunta cuánto le costara a esa familia, adulto, joven o niña acostumbrarse y adaptarse a una realidad diferente, a costumbres ajenas, a localidades con pobladores mantenedores de una imagen negativa del país de origen de aquel talento que dejó su tierra porque tristemente no encontró empleo, recibía un salario miserable o estaba obligado por las circunstancias a buscar trabajo en una empresa del Estado  y para ello resultaba imprescindible vestirse o alinearse a determinadas normas.


Entristece mucho ver un panorama tan oscuro y a su vez rodearse de ciegos.


Yo no sugiero el asesinato de un político o autoridad; por el contrario, aspiraría que cada quien entendiera las necesidades del otro, su realidad, aspiración legítima.


Aquí por obligación la costumbre debe ser un estilo de vida. La costumbre a la muerte, la costumbre a la grosería, la costumbre a la deshonra, la costumbre a la humillación.


Ni siquiera basta con intentar desempeñar un oficio decente o querer laborar en lo deseado; tristemente la realidad del país con la sumatoria del crecimiento exponencial de los precios de los productos básicos, el exterminio del poco vestigio de productividad, la comercialización mínima de alimentos empuja a irse de Venezuela queramos o no hacerlo.


Cómo sentarse a esperar si las proyecciones son desalentadoras. Cómo sentarse a esperar si cuando estamos en la flor de la vida tenemos tanta energía que lo único anhelado es disfrutar de nuestras ganas de vivir y salir adelante.


Nos niegan el derecho a aspirar. El talento seguirá fugándose. Los mejores cerebros se marcharán y la tiranía, al parecer, se consolidará.


Gabriel Rodríguez

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