viernes, 8 de agosto de 2014

S.O.S. nos quedamos sin agua


Rápidamente desaparecieron las noticias vinculadas a las manifestaciones de principios de año para dar paso a la nueva calamidad de los venezolanos: ¡Sequía extrema! Somos un país tropical con dos períodos climáticos. Por desgracia la lluvia duró muy poco en algunas entidades del país tanto en el 2013, y al iniciar el 2014.

Tristemente, en el mal llamado “mes de la primavera”, solo hubo una precipitación (en el caso del estado Zulia), sin ninguna repercusión extraordinaria.

Haciendo memoria, vale recordar las constantes ruedas de prensa del gobernador de Lara, Henry Falcón, desde diversos embalses haciendo un llamado a la sociedad y a las instancias nacionales para que se abocaran a la resolución del problema.

No obstante, a 8 meses de haber iniciado el 2014 pareciera cernirse sobre el país un conflicto natural de proporciones inmensas cuyas consecuencias son imposibles de divisar. Mientras tanto sintetizo algunas consideraciones referentes a este agobiante hecho:

1. La crisis hídrica representa la oportunidad de concienciarnos sobre el uso racional y eficiente de los recursos naturales: Sería bueno preguntarnos cuántos botes de agua hay en los hogares y empleos de los venezolanos; tomas ilegales en zonas suburbanas, urbanas y rurales; o el desperdicio de un recurso no renovable al dejar abiertas las llaves, utilizar cantidades abismales para el cuidado de plantas, limpieza de residencias y espacios públicos.

2. La falta de proyectos visionarios: El Estado, en sus diversos niveles, no ha realizado inversiones suficientes en planes redundantes en una modificación de los principales proveedores del recurso a conjuntos residenciales, espacios públicos, etc. La solución no consiste en crear infinitas cantidades de embalses; la solución transita por un procesamiento del recurso hídrico para re-utilizarlo y la descontaminación de reservorios naturales como el Lago de Maracaibo.

3. Impedidos de razonar: El venezolano al vivir una contingencia hace gala de su idiolecto. No encuentra a quien culpar. Hace pública ciertas posiciones “ecologistas”, pero qué va, finalmente responsabiliza a quienes detentan el poder, al vecino, a una empresa o cualquiera otro; sin imaginar que sus acciones por más sencillas o “inocentes” desencadenan  daños o perjuicios notados a largo plazo.

4. Doce reservorios en emergencia: Turimiquire en el estado Sucre, Atarigua en Lara, Canoabo en Carabobo, Guamo en Monagas, Tamanaco en Guárico, Tierra Blanca entre Aragua y Carabobo, El Pao, La Balsa, ambos en Cojedes. Barrancas en el estado Falcón. Finalmente Manuelote y Tulé en el estado Zulia. ¡Enhorabuena! Ha habido una disminución considerable en otras entidades. Se estuvo a punto de declarar la emergencia nacional del agua, pero con las frecuentes precipitaciones hace más de un mes, en algunas regiones de Venezuela, los riesgos disminuyeron.

5. Lo importante no es que llueva, sino dónde llueva: Las precipitaciones han de generarse en los ríos nutrientes de los embalses en estado crítico.  La duración de las lluvias tiene que darse con una continuidad de 30 días para garantizar tan solo un mes más de agua, de acuerdo a las indicaciones del Ministro del Ambiente, Miguel Leonardo Rodríguez. Resulta insuficiente orar para que llueva en nuestras ciudades, ello ocurrirá en los ríos de los cuales dependemos para el consumo del vital líquido.

6. Jugando con la necesidad: Los propietarios de camiones cisternas en el estado Zulia se han dedicado al incremento estrambótico de los precios por prestar su servicio. ¡Acaso no hay vergüenza! Nadie ha notado que ante la gravedad de los acontecimientos los ánimos no se encuentran como para aguantar la burla de unos delincuentes camioneros. Se requiere mano dura y sin contemplaciones. Los delincuentes no pueden seguir siendo protegidos.

7. Los esquemas de racionamiento: En el caso Zulia, se comprenden las decisiones de las autoridades para garantizar, el tiempo necesario, la existencia del agua, pero lo único que la colectividad espera es el cumplimiento de la palabra empeñada. Si iniciaron con la medida de tres días sin agua y uno sí, luego se incrementa a 4 o 5 días, lo mínimo esperado por  la sociedad es respeto, a toda costa, de los días correspondientes para suministrar el recurso. Hay necesidades diarias y temporales para lo cual se requiere haya agua en los hogares y lugares de trabajo o estudio.

8. El compromiso: Hace semanas escribía sobre el sentido de la responsabilidad y ello deviene del sostenimiento de un compromiso. Nosotros, los miembros de la sociedad, debemos aislar la charlatanería y buscar los mecanismos para continuar la convivencia a pesar de las dificultades.

Este evento sirve para valorar la relevancia del agua. Tratemos de darle el mayor y mejor aprovechamiento posible en aras de evitar una catástrofe: la desaparición del recurso. La calma primeramente y un elevado nivel de educación son las vías para superar la crisis.
Lo positivo de la crisis, esperemos sea prolongable en el tiempo, una vez superada.

Gabriel Rodríguez

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