Rápidamente
desaparecieron las noticias vinculadas a las manifestaciones de principios de
año para dar paso a la nueva calamidad de los venezolanos: ¡Sequía extrema! Somos un país tropical con dos períodos
climáticos. Por desgracia la lluvia duró muy poco en algunas entidades del país
tanto en el 2013, y al iniciar el 2014.
Tristemente, en el mal llamado “mes de la primavera”, solo hubo una precipitación (en el caso
del estado Zulia), sin ninguna repercusión extraordinaria.
Haciendo
memoria, vale recordar las constantes ruedas de prensa del gobernador de Lara, Henry Falcón, desde diversos embalses haciendo un llamado a la sociedad y a las
instancias nacionales para que se abocaran a la resolución del problema.
No
obstante, a 8 meses de haber iniciado el
2014 pareciera cernirse sobre el país un conflicto natural de proporciones
inmensas cuyas consecuencias son imposibles de divisar. Mientras tanto
sintetizo algunas consideraciones
referentes a este agobiante hecho:
1. La crisis hídrica representa la
oportunidad de concienciarnos sobre el uso racional y eficiente de los recursos
naturales: Sería bueno preguntarnos cuántos botes de
agua hay en los hogares y empleos de los venezolanos; tomas ilegales en zonas
suburbanas, urbanas y rurales; o el desperdicio de un recurso no renovable al dejar abiertas las llaves,
utilizar cantidades abismales para el cuidado de plantas, limpieza de
residencias y espacios públicos.
2. La falta de proyectos visionarios: El
Estado, en sus diversos niveles, no ha realizado inversiones suficientes en
planes redundantes en una modificación de los principales proveedores del
recurso a conjuntos residenciales, espacios públicos, etc. La solución no
consiste en crear infinitas cantidades de embalses; la solución transita por un
procesamiento del recurso hídrico para re-utilizarlo y la descontaminación de
reservorios naturales como el Lago de Maracaibo.
3. Impedidos de razonar: El
venezolano al vivir una contingencia hace gala de su idiolecto. No encuentra a
quien culpar. Hace pública ciertas posiciones “ecologistas”, pero qué va, finalmente responsabiliza a quienes detentan el poder, al vecino, a una empresa
o cualquiera otro; sin imaginar que sus acciones por más sencillas o
“inocentes” desencadenan daños o perjuicios
notados a largo plazo.
4. Doce reservorios en emergencia: Turimiquire
en el estado Sucre, Atarigua en Lara, Canoabo en Carabobo, Guamo en Monagas,
Tamanaco en Guárico, Tierra Blanca entre Aragua y Carabobo, El Pao, La Balsa,
ambos en Cojedes. Barrancas en el estado Falcón. Finalmente Manuelote y Tulé en
el estado Zulia. ¡Enhorabuena! Ha habido una disminución considerable en otras
entidades. Se estuvo a punto de declarar la emergencia nacional del agua, pero
con las frecuentes precipitaciones hace más de un mes, en algunas regiones de
Venezuela, los riesgos disminuyeron.
5. Lo importante no es que llueva, sino
dónde llueva: Las precipitaciones han de generarse en los
ríos nutrientes de los embalses en estado crítico. La duración de las lluvias tiene que darse con
una continuidad de 30 días para garantizar tan solo un mes más de agua, de
acuerdo a las indicaciones del Ministro del Ambiente, Miguel Leonardo Rodríguez.
Resulta insuficiente orar para que llueva en nuestras ciudades, ello ocurrirá
en los ríos de los cuales dependemos para el consumo del vital líquido.
6. Jugando con la necesidad: Los
propietarios de camiones cisternas en el estado Zulia se han dedicado al
incremento estrambótico de los precios por prestar su servicio. ¡Acaso no hay
vergüenza! Nadie ha notado que ante la gravedad de los acontecimientos los
ánimos no se encuentran como para aguantar la burla de unos delincuentes
camioneros. Se requiere mano dura y sin contemplaciones. Los delincuentes no
pueden seguir siendo protegidos.
7. Los esquemas de racionamiento: En
el caso Zulia, se comprenden las decisiones de las autoridades para garantizar,
el tiempo necesario, la existencia del agua, pero lo único que la colectividad
espera es el cumplimiento de la palabra empeñada. Si iniciaron con la medida de
tres días sin agua y uno sí, luego se incrementa a 4 o 5 días, lo mínimo esperado
por la sociedad es respeto, a toda
costa, de los días correspondientes para suministrar el recurso. Hay
necesidades diarias y temporales para lo cual se requiere haya agua en los
hogares y lugares de trabajo o estudio.
8. El compromiso:
Hace semanas escribía sobre el sentido de la responsabilidad y ello deviene del
sostenimiento de un compromiso. Nosotros, los miembros de la sociedad, debemos
aislar la charlatanería y buscar los mecanismos para continuar la convivencia a
pesar de las dificultades.
Este evento sirve para valorar la
relevancia del agua. Tratemos de darle el mayor y mejor
aprovechamiento posible en aras de evitar una catástrofe: la desaparición del
recurso. La calma primeramente y un elevado nivel de educación son las vías para
superar la crisis.
Lo
positivo de la crisis, esperemos sea prolongable en el tiempo, una vez
superada.
Gabriel Rodríguez
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