lunes, 29 de abril de 2013

La metamorfosis obsesiva del cisne


El 2010 estuvo cargado de excelentes producciones cinematográficas y la competencia en la ceremonia de los Oscar fue reñida, pero bueno, eso pasa todos los años. Lo cierto es que para diciembre del mencionado año llega a las salas de cine una película estadounidense de suspense psicológico dirigida por Darren Aronofsky, bajo el título de 'Black Swan' (El cisne negro).

Nina (Natalie Portman) es una joven bailarina que forma parte de una compañía de ballet de Nueva York donde lucha por ser la principal protagonista, tanto del cisne blanco, como del cisne negro, de manera que vive completamente absorbida por la danza. La presión de su controladora madre (Barbara Hershey), la rivalidad con su compañera Lily (Mila Kunis) y las exigencias del severo director (Vincent Cassel) se irán incrementando a medida que se acerca el día del estreno de la obra ‘El lago de los cisnes’. Sin embargo, algo más alrededor de ella hará que su mundo sea alterado de forma extraña.


La película lo tiene todo: actuación, trama y música. Es una obra encantadora donde una majestuosa Natalie Portman se encarga de dar vida a una joven protagonista que lucha con sus demonios internos para alcanzar el baile perfecto, y es por ello que quizá este sea su mejor papel hasta la fecha. Sin lugar a dudas, su interpretación en ‘Black Swan’ es tremendamente complicada.

Es una cinta de inicio lento, que llega a poner nervioso a cualquiera, hasta el punto que algunos pudieran sentirse mal. La película es muy tensa y logra que, en muchas escenas, sea difícil distinguir entre realidad y ficción.

‘Black Swan’ se considera un remake, no oficial, de la película de animación 'Perfect Blue', realizada en 1997 por el director japonés Satoshi Kon, a quien Aronofsky compró los derechos de la obra, inicialmente para realizar ‘Black Swan’, pero por aquel entonces solo utilizó su licencia para copiar una escena de ‘Perfect Blue’ e insertarla en su otra película ‘Réquiem por un sueño’.

Hay que alabar el trabajo de Aronofsky por dirigir una obra casi que perfecta. Su dirección es impecable y bregar con el trío de Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel fue una de las cosas más acertadas de toda la cinta. Cada uno aportó su grandeza dentro de un montaje sencillo, oscuro, inquietante, desconcertante, pero cargado de mucho talento en secuencias angustiantes y poderosas.

Cabe destacar que Portman y Kunis tuvieron entrenamiento de ballet durante meses. Figuras notables del mundo de la danza ayudaron a la producción a formar la presentación del ballet.

La banda sonora original, de la mano de Clint Mansell, se queda corta, es buena, sin embargo es un arreglo de la obra de Tchaikovsky, peca por originalidad y es por ello que en los Oscar no logró una nominación para tal categoría. Eso sí, no se le puede quitar que no deja de ser una partitura bellísima.

Es una película que puedes odiar o amar, según sea el momento. Razón no le falta, porque el filme lleva al espectador a dónde quiere y cuándo quiere, lo marea y lo deja hecho polvo. No es familiar, en absoluto, ni mucho menos para aquellos que tengan escrúpulos.

En conclusión: es un magnífico viaje profundo a los infiernos de una perfeccionista torturada, una Portman en estado de gracia que hace creíble lo imposible, desde el trastorno compulsivo hasta el delirio; la genial dirección a cargo de Darren Aronofsky es y será una inolvidable sinfonía del dolor calificada como su obra definitiva. No es para todos los paladares, lo dije, pues habrá quien se pierda en su visualidad y reproche sus excesos, pero es que para disfrutarla, hay que sumergirse en ella de cabeza y dejarse llevar por todo aquello que transmite la protagonista.



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