lunes, 8 de abril de 2013

Las cadenas rotas de la esclavitud


Desde hace algunos años, he apreciado grandes obras del director, guionista, productor, actor estadounidense, ganador de dos Oscar, Globo de Oro, Palma de Oro y el premio BAFTA, Quentin Tarantino, un ciudadano nacido en Knoxville, Tennessee. Su trabajo es particular y quizá no a muchos guste, pero su esencia es tan enorme que mi admiración no tiene límites. #ConfesionesDeUnTípicoAdolescente

El caso es que el gran Tarantino regresa con una nueva película titulada: 'Django Unchained' (Django sin cadenas), un film dotado de sangre, venganza, locura, genialidad, pasión y fuego, donde el reparto de grandes estrellas, interpreta a unos personajes extraordinarios, con una puesta en escena al servicio y que reúne todo lo que el director quiere transmitir.

En Texas, mucho antes de estallar la Guerra Civil Americana, el Dr. King Schultz (Christoph Waltz), un cazarecompensas alemán que le sigue la pista a los hermanos asesinos Brittle; le promete al esclavo Django (Jamie Foxx) dejarlo en libertad si le ayuda a atraparlos. Él acepta, pues luego quiere ir en busca de su esposa Broomhilda (Kerry Washington), una esclava que está en una plantación del terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), junto a su mano derecha Zambezia (Samuel L. Jackson).

Tarantino cuenta una historia de venganza, esclavitud, redención y dolor usando como punto de guía al Django de un gran Jamie Foxx, acompañado de su intimidante y loco amigo el Dr. King Schultz, el maestro 
Christoph Waltz . Como era de esperarse, la brutalidad que caracteriza todos los trabajos del director, se hace presente de una forma tan despiadada en cualquier sentido, que desvía y calma el ritmo, solo y únicamente cuando el espectador ya ha sufrido lo suficiente y necesita un descanso a tanto.

Esta cinta tiene un guión sangriento, sólido, escandaloso, desagradable, exagerado -al mejor estilo de ‘Inglourious Basterds’ (2009)-, pues son muy parecidos en concepto y estructura, PURO TARANTINO. Las actuaciones, sobre todo la de Christoph Waltz (magnifico en su especialidad, en su faceta… qué clase, qué talento, qué actorazo), la de Leo DiCaprio (más irreconocible de la historia, que se marca un papelazo como villano) y la Samuel L. Jackson (en su papel Zambezia, un esclavo racista) son tan correctas, bien dirigidas y trabajadas que hay que aplaudir eternamente a estos grandes. La banda sonora original es acorde, apropiada e insertada en el momento correcto. Técnicamente, la película es una pasada. Fotografía, puesta en escena, montaje, planos fijos y en movimiento... Todo alcanza un nivel increíble. Con secuencias y escenas maravillosamente realizadas, tiros por doquier, tensión por causa del guión y algunas líneas con una coherencia, nitidez y potencia que solo Quentin es capaz de hacer. Ni hablar de los diálogos, casi que en su mayoría perfectos.

Poco y nada se le puede criticar a ‘Django sin cadenas’, un festín sangriento, violento, en el cual las risas y sorpresas, acompañan un metraje de calidad, ignorando, incluso, pequeños detalles que se pueden encontrar en su desarrollo.

Vale decir que, con este nuevo proyecto, el señor Tarantino ha reforzado la idea que millones de personas tienen (me incluyo) sobre él: es un genio bendito. Otro trabajo donde su sello queda marcado, pero con una manera donde no caben tantos adjetivos; demostrando que, como los buenos vinos, mejora con cada año que pasa.


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