Sam Raimi es uno de los mejores directores contemporáneos que, hoy por hoy, ha ofrecido una gama diversa en sus distintas producciones cinematográficas. Desde el género de acción con 'The Quick and the Dead' (1995), pasando por la fantasía de la trilogía de ‘Spider-Man’ hasta el terror con ‘Drag Me to Hell’ (2009). Ahora, después de varios años trabajando en un enorme proyecto, identificando a los candidatos para elegir al reparto y todo lo que implica llevar un largometraje a la pantalla grande, llega con la historia de 'Oz, el Poderoso'.
Cabe destacar que desde un principio hay una celebración del espectáculo clásico, del artista en sus orígenes, retrato en blanco y negro, de una época vinculada a los comienzos del cine. Sin embargo, en un mundo maravilloso y mágico, como lo es la Tierra de Oz, no todo brilló como gran parte de los espectadores esperábamos que sucediera. La película tiene varias fallas y quizá su principal problema radica en el tratamiento particular de cada personaje y del guión en sí. Los personajes principales quedan apretados en sus papeles (James Franco, por ejemplo). Hay algo que no termina de convencer en algunos, otros por el contrario, se ven fabricados en base a personajes de anteriores películas (caso de Williams con respecto a Anne Hathaway en ‘Alice in Wonderland). Kunis y Weisz dan su mejor esfuerzo, no obstante, resulta difícil mirarlas en esos roles tan distintos a los que normalmente nos tienen acostumbrados.
Eso sí, los que terminan regalando grandes momentos son los secundarios animados, el mono Finley (voz original de Zach Braff) y la muñeca de porcelana (Joey King). Ambos harán reír a más de uno.
La comicidad forma parte importante de Oz, y tanto es así que las carencias argumentativas hacen acto de presencia una vez que la risa desaparece y el camino se torna ‘serio’. Reimi descuida el relato por un tiempo valioso, en donde los ritmos lentos y largos son cada vez más evidentes. De cierta forma, la historia se estabiliza en los minutos finales, con unos momentos épicos y cargados de todo el espectáculo potencialmente visual que promete. El director recuerda a tiempo que la clave es siempre ofrecer un buen show.
A decir verdad, no es mucho lo que recuerdo sobre esta historia, sin embargo la película es un cuento maravilloso. La transición de blanco y negro a color es espectacular, mágica y visionaria como ella sola. Los diálogos no son tan sólidos y se caracterizaron por tener mucho humor infantil; los efectos especiales son enormes. Desde ya es una de las candidatas para el Oscar en 'Mejores Efectos'. Todo quedó abierto para una segunda parte. No es una película mala y en esencia, los personajes lo dan todo -aunque no lo parezca-. A mi parecer, Sam Raimi nos regaló un buen trabajo, que pudo ser poderosamente mejor, claro está. A pesar de todo eso, vale decir que el viaje a lo largo del camino de ladrillos amarillos es sumamente placentero.
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