Me miro en el espejo y noto mi cara de espanto: tengo ojeras, labios resecos. No debí haber tomado tanta cerveza... y definitivamente debo dejar de peinarme de este modo.
Hago una mueca algo tonta, no sé qué demonios estoy haciendo aquí ¿debería irme? no, por favor, no seas niña. Le doy vuelta a mis manos y hago sonar mis muñecas, un intento fallido de una sonrisa me hace ver que debo alejarme de este espejo o enloqueceré. Doy media vuelta; uno, dos, tres pequeños pasos, salgo del baño y cuando levanto la mirada no puedo creer lo que tengo frente a mí.
Un maldito ángel.
Respiro profundo: cabello hacia atrás, barba descuidada, grandes brazos cubiertos de tinta -Oh Dios mío, como me gusta la tinta- pecho perfecto, un pezón perforado y un poco más de tinta que sigue su camino desde el lado derecho de su vientre hasta debajo de sus pantalones. Me mira fijamente, está acostado con los brazos sosteniendo su cabeza y el fondo blanco puro de las sábanas me confunde.
Me desea, aun no entiendo cómo. Es decir, soy una simple mortal de 1,54m, morena y de cabello alborotado; soy nada al lado de esta increíble criatura.
Yo solo tengo 19 años pero él no lo sabe. Es mi ángel y lo quiero ya.
Camino intentando lucir despreocupada y se me hace muy difícil, su brillo me deslumbra. Me paro a su lado y empiezo a desvestirme, primero mi chaqueta de cuero, luego mis pantalones y por último mi franelilla. Sé que él me está observando pero no puedo hacer contacto visual, siento que si su mirada choca otra vez con la mía no podré aguantar y terminaré paralizada como un pequeño conejo salvaje frente a una gran fuente de luz.
Me toma de un brazo y me lanza sobre él, toma mis piernas y de pronto estoy sentada sobre su pecho. Me apresuro en darle un beso... que bien sabe. Desabrocha mi brasier y besa mis pechos, primero el izquierdo: beso, beso, chupa, lengua, muerde. Masajea un poco el otro pecho, nota mi pequeño piercing, me mira, sonríe y repite el delicioso proceso del otro lado. Toma mi trasero con fuerza, besándome quita mis panties y ahora se está quitando los pantalones; estoy acostada sobre él, es tan grande. Me toca toda y ya no me siento pequeña, estoy viva.
Me pregunta con su acento extraño:
- ¿Te gusta?
- mmjumm
-¿Por qué?
-Es grande, muy grande. Y fuerte.
-¿Qué quieres que te haga?
Nunca nadie me ha preguntado qué quiero, solo lo asumen. Hacen lo que debería gustarme pero nunca es suficiente, siempre he querido intentar algo diferente, supongo que follar con un extraño/extranjero diez años mayor que lo es. Mi ángel quiere complacerme y yo estoy más que lista.
-Muérdeme, pégame, bésame, haz lo que quieras pero fóllame duro.
Eso definitivamente lo volvió loco, me voltea, está sobre mí, abre mis piernas y arremete contra mi sexo de una forma que nunca nadie había hecho. Un gemido sale desde lo más profundo de mí ser, no puedo evitarlo.
Me mantiene debajo de él unos minutos, deliciosos minutos, y luego sale, me acomoda en el centro de la cama y estoy dándole la espalda, me toma el cabello y acercando sus labios a mi oreja me pregunta que si quiero por detrás, mi respuesta es clara y precisa.
-No gracias.
Entonces empuja mi cabeza hacia abajo y vuelve a entrar de forma brusca, encuentra su ritmo perfecto y empieza a golpear mis nalgas, primero suavemente y luego fuerte, mi cabeza está en blanco ¿puedo acaso morir de placer? Pero no es suficiente, quiero más, él quiere más, necesitamos más.
Me incorporo poco a poco y él aprieta fuerte mis pechos, me doy la vuelta, él se tumba en la cama y me pide que me toque para él. Entonces le doy una pequeña muestra de lo que he aprendido a hacerme: toco un poco mis pechos y bajo mi mano derecha, me está mirando a los ojos pero ya no me intimida, es mío solo mío. Con una mano sostengo mi cabello, con la otra juego, introduzco lentamente mi medio, lo saco, ahora medio y anular. Él lo disfruta, chupo uno de sus dedos, vuelvo a gemir; en eso me toma por las piernas y me hala hacia adelante, mis piernas están rodeando su cabeza y entonces empieza a jugar con su lengua, sus labios en mi sexo se sienten muy bien. Después de un buen rato me mueve hacia atrás y me repite esa orden que me dio el auto y que yo no quise cumplir.
-Chúpamela.
Pero en este momento no hay nada que prefiera hacer, así que bajo lentamente y puedo notar que ese tattoo que tiene en el vientre llega casi a la pierna y es tremendamente sexy. Lo tomo suavemente, empiezo a hacer lo mío y él me acomoda el cabello hacia atrás.
-Quiero verte.
Siempre pensé que sería muy tonta haciendo esto, es la primera vez y honestamente no me importa nada, algo dentro de mí me dice que siga, no puedo detenerme y no me importa si lo hago bien o mal. Él hace ese ruido encantador que me dice que lo estoy volviendo loco y entonces sé que estoy haciendo un buen trabajo.
Levanta mi cabeza y lleva mi boca hasta la suya, nuestro sabor es exquisito, mmm… mi extraño.
Está dentro de mí y no quiero que me deje nunca, agarro fuerte su espalda y luego, la obra de arte que son sus brazos, tatuados desde el hombro hasta la muñeca, me dejo llevar y llego a ese punto donde nadie antes me llevo jamás, estoy en el paraíso.
Caigo exhausta en la cama pero él aún no ha terminado, pone su miembro cerca de mi rostro y sé exactamente lo que quiere ¿Cómo puedo negárselo? en este punto me tiene a sus pies. Saco mi lengua, la deslizo un poco sobre él… ahora es mi extranjero quien se deja llevar, y me encanta.
Me levanto y camino al baño, limpio lo que quedó de él en mí y vuelvo a mirarme en el espejo, estoy desnuda y con el cabello peor que antes, pero ahora sí sonrío, estoy satisfecha.
Vuelvo a la cama y él me besa para luego acorralarme fuertemente contra su cuerpo. Empieza a hablarme, pero aún tengo mucho alcohol en el cuerpo y para ser sincera no le estoy prestando mucha atención. Necesito concentrarme.
-¿Qué hora es?
-4:30am
Mierda, él tiene que irse a las 5:30am al aeropuerto, su vuelo de vuelta a casa sale muy temprano.
-Creo que debo irme antes de que se haga más tarde.
-Espera, ¿Cómo te vas?
-Tranquilo, abajo consigo un taxi.
-¿Estás segura?
-Totalmente.
-¿Aún no piensas decirme tu edad?
- Jajaja. No, ni siquiera sé tu nombre.
-Leo.
-Vale, Leo. Soy una niña, pero esto no es ilegal así que puedes estar tranquilo.
Me sonríe.
Termino de vestirme y me despido con un firme beso para dejarlo ahí, desnudo sobre sábanas blancas, con tinta y agujeros en el cuerpo, con ese olor tan peculiar y delicioso, con ese cabello suave, con ese cuerpo perfecto, con esa mirada que me paraliza. Dejo justo ahí para no ver nunca más a mi Leo, mi rabioso amante, mi extranjero ya no tan
extraño, mi ángel.
Autor: Amaranta S.
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