lunes, 20 de enero de 2014

La sociedad que aún no comprende los contenidos televisivos


Un nuevo conflicto con los medios es la medida que le aconsejarían al gobierno para intentar silenciar y enmascarar la grave crisis social en la cual estamos sumergidos. Quienes dirigen los destinos del país han tocado una fibra sensible en la tv criolla: las telenovelas, y acusan a una de las más populares y críticas actrices a la gestión gubernamental: Norkys Batista, bajo el argumento de “promover antivalores y culto a la muerte”.

Las personas que usamos el cerebro para ‘pensar’, o bueno, quienes tengan dos dedos de frente, debemos tener claro que acusar a la telenovela de ser la propiciadora de tanto desdén humano es un disfraz para esconder la ineptitud de no aminorar los índices delictivos. Partiendo de ello, el conflicto si se ofrecen contenidos con alta violencia, es que muchos espectadores no logran comprender el mensaje final de tales acciones.

Desde la telenovela rosa, pasando por la de ruptura y atravesando las narconovelas colombianas, cada personaje tiene unas características trabajadas y explotadas por los escritores para desarrollarlas. En el caso de teleseries donde traficantes son protagonistas, los más ‘sensibles’ podrían considerar que esos personajes intentan seducir y estimular un incremento en los índices y tasas de delitos; pero allí es donde resulta fundamental que los padres guíen y orienten explicando que aún cuando pudiéramos hacer esa consideración, el objetivo sencillamente para cualquier autor es retratar una determinada realidad, identificando las debilidades de los sistemas políticos, jurídicos, sociales y culturales en sus naciones de origen.

Ante la nueva arremetida contra la libertad intelectual y creativa; el linchamiento público contra algunos artistas y el ocultamiento de la negligencia del Estado para dar resolución al karma de la inseguridad ciudadana y la impunidad, generar discordias y esconderse bajo un aparato propagandístico, que les ha dado buenos resultados en 15 años porque los borregos que los siguen, creen en tanta pajuatada, resultan los mejores caminos.

Tratar de modificar y destruir lo que históricamente ha sido una telenovela (cuentos entre polos opuestos, buenos y malos, ricos, pobres, blancos, mestizos y negros, etc) es pretender que los héroes de la vida real que admiramos o tienen un lugar preponderante en la historia: Cristo, Bolívar, Napoleón Bonaparte, Churchill y otros, no se enfrentaron a un sinfín de situaciones y conflictos donde los roles antes nombrados se hallaron presentes.

Cada día que pasa descubro que el país no tiene vuelta de página. Con tanto problema económico, un miserable sueldo que no rinde ni siquiera para la cesta básica, la desaparición de varios productos clave del quehacer diario, se pierde el tiempo en esto. Lo peor es que con actores como Gisbel Ascanio, Pedro Lander, Roque Valero, Simón Pestana y Daniel Alvarado que han dado vida a maléficos villanos en ocasiones pasadas, hoy sus consciencias las silencian el dinero que les paga el gobierno para que le hagan carantoña.

El conflicto con la tv no es el contenido, sino la interpretación. Sin embargo, hay un Estado mediocre e incapaz de solucionar no sólo el hampa, sino otras dificultades.

Quien piense que el problema está en los medios, entonces no lea, no vaya al cine o al teatro y suicídese para que no se ofenda con este mundo, porque el bien y el mal existen porque hay un Dios y un demonio. Si no queremos villanías, tampoco el lenguaje soez de quienes nos dirigen.


Gabriel Rodríguez

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