Hace
un par de semanas inició todo un revuelo entre oficialistas y opositores a
causa de los nombramientos de Winston
Vallenilla y Roberto Mesutti como presidente
y vicepresidente, respectivamente, del canal
2 de Venezuela: TVES. Entre los disidentes la razón a su malestar se debe a
que aún no se le perdona a estos, haber trabajado en RCTV y que ahora pretendan enderezarle el camino a la empresa que
causó básicamente la destrucción de la industria televisiva nacional y el
incremento del desempleo entre artistas, técnicos y productores.
Muy
extrañamente los seguidores del gobierno apoyaron en un primer momento la
designación; pero al anunciar Vallenilla
su intención de convertir TVES en una empresa competitiva y del mismo nivel
de la tv comercial, pues una serie de reacciones críticas empezaron a generarse
a través de las redes sociales, alegando que de ser así TVES “sería más de lo mismo; y
que no fue fundada para ello”.
Mi
pregunta es ¿para qué se fundó TVES?, ¿para
generarle gastos al Estado?, ¿o sencillamente se espera que algún día pueda
retornar la inversión hecha? No
podemos cegarnos, el nombramiento de estas figuras públicas podría hacer de la
empresa algo más que esa bazofia pobre que actualmente transmite. TVES y sus contenidos son poco
estéticos y lo peor es la falta de dinamismo en los mismos, que la hacen
aburrida.
El
único umbral que debería separar a la tv pública
y a la privada es su capital, el origen de sus fondos; sin embargo, al
final ambas tienen que cumplir con los preceptos básicos y comunes de informar,
entretener y educar sin ningún tipo de distingo. Ahora, en Venezuela estamos
muy lejos de hacer de las televisoras estatales algo más que instrumentos de
propaganda pro-gobierno. Si revisamos lo que se produce en Europa con la BBC o TVE, tendríamos que entender que por el simple hecho de ser empresas públicas
no dedican más de una docena de horas a rendirle culto a los reyes y los jefes
de gobierno, ni mucho menos tienen deficiencias tecnológicas o las privan de
recibir anunciantes privados.
No
son solo casos europeos con los que podríamos ejemplificar, también en Chile con la TVN o la Televisión Nacional
de Panamá (TNP) son las excepciones más interesantes de cómo la tv estatal de América Latina funciona
acertadamente en algunos lugares.
Me
siento incapacitado para entender qué realmente quieren algunos seguidores del
gobierno, quienes pretenden hacerse ver como un clan superior intelectualmente,
y terminan siendo nada; porque dudo sean parte de la minúscula porción de
rating que sigue la programación de TVES.
Espero
puedan verse cambios prontamente y se empleen a tantas figuras que hoy
literalmente andan comiéndose un cable o tocando puertas tratando de hallar
oportunidades en el extranjero, a sabiendas que en su país es donde tendrían
que encontrarse laborando. Confío en que hayan resultados positivos y que
quienes intentan hacerse de filósofos de la sociedad del consumo, terminen
silenciándose por los hechos.
Gabriel Rodríguez
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