“¿Por
qué seres que sufren hambre mientras en otras partes del mundo se echan a
perder los alimentos por superabundancia?, ¿Por qué los hombres son tan locos? No
creeré nunca que los responsables de la guerra son únicamente los poderosos,
los gobernantes y los capitalistas. No, el hombre de la calle está también
contento con la guerra. Si no fuera así, los pueblos se hubieran sublevado hace
mucho tiempo. Los hombres nacen con el instinto de destrucción, de masacrar, de
asesinar y devorar. La guerra persistirá mientras la humanidad no sufra una
enorme metamorfosis. Las reconstrucciones, las tierras cultivadas volverán a
ser destruidas. Y la humanidad tendrá que volver a empezar de nuevo” Ana
Frank (apartado correspondiente al miércoles 3 de mayo de 1944).
Hace
varia semanas leí el maravilloso Diario de Ana Frank, y el párrafo anterior me
llamó poderosamente la atención porque está íntimamente vinculado a la realidad
actual de Venezuela. Un país con más de treinta millones de personas,
intertropical, con riquezas naturales y mineras envidiables para cualquier otra
nación; y sin embargo, tenemos una masa dividida en varias posturas, con
radicalismos a la orden del día y dispuestos no
a negociar, sino a asesinar, masacrar, imponer y ultrajar los derechos
del otro.
Cuando
titulo que al venezolano sin distingo le gusta la guerra, controversias y
anarquía, es porque la coyuntura ilustra y ejemplifica las bajas pasiones de
mis conciudadanos. Tanto oficialistas y opositores del ala más radical de ambas
posiciones, se llevan a quienes quieran por delante. Ya no importa cuántos
muertos se han cargado en más de un mes de manifestaciones, cuanta destrucción
material y natural han causado, la negación del derecho a la educación impuesta
a universitarios que si bien pudieran considerar la protesta como el camino
para ser escuchados, no apoyan la forma y el color que le han dado a las mismas
en las últimas semanas. En fin, hay una masa deseosa de causar un declive aún
mayor del existente en el país y conducirnos a una guerra ilógica que se escapa
de los principales reclamos cívicos que clamamos la mayoría de los criollos.
Desde
hace varias publicaciones vengo insistiendo en la presión social, pero no en
una guerra civil; porque la solución no
es que Maduro se vaya y venga Cabello, o que la Machado o López se conviertan
en los jefes del Estado; NO, la solución consiste en aceptar la legitimidad de
las protestas, ceder, negociar, reconocer, respetar y tolerar al otro. Porque
en Venezuela seguirnos viendo, tratando y calificarnos de forma mayoritaria o
minoritaria no puede seguir siendo el camino.
Causa
temor la actuación de sindicalistas universitarios que arrastran a sus
agremiados en unas decisiones partidistas, disfrazadas de ‘garantía de seguridad’. O
la de manifestantes que se creen ‘defensores del país’ cuando
realmente protagonizan hechos vandálicos, anarquistas y violentos, bajo el
efecto de sustancias sicotrópicas y con el fin de acelerar la adrenalina. También
nos hace temerosos, el empecinamiento de quienes nos gobiernan por
actuar defendiendo a parcialidades, instigando el odio y la
delincuencia, alejándose de ser un gobierno de todos y para todos. Con todo
ello, peor ha resultado que ambas posiciones cuentan con sus seguidores y
militantes, que no protagonizan, pero sí apoyan tales posturas.
“Lo
que me asombra es no haber abandonado por completo mis sueños, que parecen
absurdos e irrealizables. Y sin embargo, me aferro a ellos a pesar de todo y
sigo creyendo en la innata bondad del hombre. Me es completamente imposible
construir sobre una base de muerte, de miseria y de confusión. Veo al mundo
transformado cada vez más en un desierto y sigo cada vez más fuerte el
estruendo que se acerca anunciando probablemente nuestra muerte. Me sumo al
dolor de millones de personas y, no obstante, al contemplar el cielo pienso que
todo esto cambiará y volverá a reinar la bondad, que hasta estos crueles días
acabarán y de nuevo el mundo se encaminará por los senderos del orden, el
sosiego y la paz. Mientras esperamos, se trata de preservar nuestros
pensamientos y velar por ellos para el caso que, en el futuro, tengan todavía
alguna vigencia” Ana Frank (apartado correspondiente al sábado
15 de julio de 1944).
Espero
no pecar de iluso. Tal vez habrá quienes me consideren un aislado, la verdad no
me importa. Lo único que deseo para mi país es la llegada del día en que el actual presidente de la República
reconozca la legitimidad de las protestas, resuelva las peticiones de la
oposición, que los anarquistas liberen su ser y las calles del egoísmo, la
violencia y el caos, la enajenación de los derechos de los demás, que los
caídos en este primer mes de manifestaciones puedan contar con la justicia del
hombre, que se den las reformas suficientes para progresar y movilizarnos
socialmente, que exista equilibrio y transparencia. En síntesis, que cada
individuo modifique sus percepciones y falsas creencias, y tenga la convicción
de la venida de cambios cuando él haya decidido su metamorfosis. Ese es el
verdadero orden social, la felicidad ‘suprema’, el real Estado social de derecho
y justicia, la mejor Venezuela y el camino que diariamente debemos transitar.
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