En
el octavo punto del mensaje de la máxima autoridad de la Iglesia Católica
durante la Jornada Mundial de la Paz, se indica que “las justas ambiciones de una
persona, sobre todo si es joven, no se pueden frustrar y ultrajar, no se puede
defraudar la esperanza de poder realizarlas. Sin embargo, no podemos confundir
la ambición con la prevaricación”. La convulsión social que protagonizamos
los habitantes del país, encuentra su principal razón en la desaparición de
oportunidades, principalemente para quienes comenzamos o estamos a punto de
iniciar el ejercicio laboral de las profesiones.
La
juventud venezolana se convierte en el principal bastión de lucha que exige al
gobierno su dimisión o reestructuración, para corregir y solventar los
problemas socio-económicos y políticos existentes actualmente. No obstante, los
representantes del Estado no solo ignoran el clamor de la ciudadanía, sino que
desestiman los reclamos aduciendo que ‘al
país desde la llegada de Chávez al poder y ahora con Maduro, se le ha generado
el mayor nivel de vida’; negando la existencia de una crisis agudizada en
el devenir del tiempo y que imposibilita salir adelante y aspirar mejores condiciones
de vida y no de subsistencia.
Las sanas ambiciones de un pueblo que desea mayor seguridad, empleo, producción, fuentes de trabajo, inversión socio-económica con el fin de apalear la escasez, inflación e índices delictivos se frustran porque sencillamente la cabeza del poder está más sorda e iracunda que nunca.
Mientras
tanto ¿cuántos jóvenes siguen en su casa desempleados?, ¿o muertos en una
asqueante calle a causa de un celular?, ¿o bebés enfermándose porque la leche y
los pañales siguen desaparecidos?, o lo que resulta peor ¿a qué número asciende la tasa de emigrantes venezolanos?
Y
la respuesta sigue siendo la misma por parte del gobierno ‘estamos mejor que nunca’. Para
colmo de males el ministro de educación avala que los pobres no tienen por qué dejar de serlo ya que automáticamente se
volverían ‘escuálidos’.
A
final de cuentas un venezolano tiene que aspirar a ser un lambiscón de las
dádivas, delinquir y llevarse a quien pueda por delante, dejarse inundar por la
anarquía o seguir la lucha desde cualquier rincón mostrándose civilizado,
pacífico y consecuente con sus ideales.
Tal
cual dice el Papa ‘la ambición no puede confundirse con la prevaricación’, quienes
alzan su voz de protesta, no tienen porqué pretender que su responsabilidad
como ciudadano venezolano de trabajar, estudiar, formar parte de una familia,
ser constructor de la civilización, deben echarse a la basura solamente porque
las circunstancias nos conducen a ello. NO,
me niego a pensar así. Eso es mediocridad, delincuencia, excusa, basura e
imitación de lo que criticamos.
Que
la lucha persista, sin olvidar qué queremos y cuyas demandas no contravengan
los principios civilizatorios y conduzcan a la anarquía e irracionalidad.
Gabriel Rodríguez
@gabo_rodr
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