Fue
la pregunta por Maduro y parte del gobierno,
confiadores en el diálogo para estabilizar política y socialmente al país; no
obstante, hubo quienes pensaron en el mismo como una táctica usada por el PSUV
para lanzar una bola de humo y terminar de dividir a la oposición, a fin de
cuentas la unidad en la acción nunca ha existido, salvo escasas excepciones. Ya
desde hacía bastante Capriles, Machado y López andaban enguerrillados; además
de la batalla de los exiliados contra la directiva de la MUD y de los partidos
tradicionales.
Sé
que muchos partidarios opositores negocian con el gobierno, pero no puede ser
que al pretender resolver los males del país a través de medidas civilizadas,
se satanice a sus participantes. Con Ucrania clarificamos que la inestabilidad
ocurre cuando solo reconoces a quienes están de tu lado, invisibilizas al otro,
sus legítimas aspiraciones y reclamos, no los escuchas e impides su desarrollo
en el territorio propio.
Así
desagrade, la solución se dará cuando los políticos y sus afectos entiendan que
necesariamente la negociación, transparencia, el reconocimiento, respeto, el
equilibrio y ecuanimidad forman parte de las vías a transitar y practicar para
generar el mayor clima de calma político, social, cultural y económico posible.
No
faltarán las barreras, pero ello no quiere decir que estemos impedidos para
derribarlas. La mayor estrategia contra alguien negador del desarrollo y desenvolvimiento
armónico de los destinos de un país, es desnudar sus verdaderas intenciones, ¡y
así ocurrió! ¿o no? En el debate televisado vislumbramos las afecciones y
carencias intelectuales, tácticas y productivas del gobierno ¿gracias a quien? A
representantes de la oposición asistentes al evento.
En
Venezuela debemos dejar la manía de la divinización de los políticos. Aprendamos
de una vez que son una sola cosa: servidores públicos con fecha de vencimiento,
si insistimos en percibirlos de otro modo seguiremos en el pantano.
Tristemente
el pueblo está en segundo plano, cada quien apunta sus armas contra el que le
rompe su guion. El diálogo pudo convertirse en la medida productiva para la
resolución de la crisis, sí y solo sí el jefe de Estado hubiera tenido la fuerza
y el coraje para recapacitar. Ahora la oscuridad seguirá siendo más intensa y
solo el tiempo y los días por venir podrán ilustrarnos la magnitud de lo
avecinado. Ojalá que luego de las tinieblas, la radiante luz del futuro
provechoso se cierna en Venezuela.
Gabriel Rodríguez
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