lunes, 21 de julio de 2014

Sentido de la responsabilidad

Cuando notamos las terribles cifras de inseguridad, los desastrosos índices económicos, la cantidad garrafal de familias incompletas (madres e hijos, o viviendo con el padre, sin su progenitora), las deficiencias en los productos y servicios requeridos a diario para sobrevivir, radica en la falta de sentido de la responsabilidad por parte de quienes somos actores fundamentales en el desarrollo armónico de la vida social y comercial.

Tristemente la costumbre se apodera del pensamiento, la acción y el discurso de los venezolanos. Al increpar a alguien sobre un hecho desagradable de inmediato se acusa a un segundo o tercero de acontecimientos propios.


Yo no puedo utilizar esta plataforma para decirles “dejé de escribir tres semanas porque no tenía tiempo. Debía cumplir compromisos ajenos” NO. Al haber un compromiso, automáticamente hay que llevarlo a cabo. Si por variedad de circunstancias se impide desarrollarlo en su totalidad, entonces participar nuestra incompetencia sería lo más adecuado.

Venezuela atraviesa una terrible crisis moral. En las organizaciones educativas y la propia familia, se aconseja a las nuevas generaciones dedicarse a actividades ilícitas: tráfico de artículos de primera necesidad, reventa de bienes, hurto, destrucción del patrimonio público, la anteposición del bienestar individual sobre el colectivo, la ignorancia del bienestar común y el trabajo en conjunto, etc, etc, etc.


¿Qué ha ocurrido con los valores?, ¿Acaso nos convencimos que mejor es lo peor? No hay regulación, instrumento legal o norma encaminadora del caudal de irracionalidad y bajas pasiones de los ciudadanos de esta nación. Una autoevaluación y la corrección continua son los caminos adecuados para acabar con la inestabilidad e ignominia.


Si contamos con una sociedad educada, razonable, analítica y crítica no tendríamos en Miraflores a un niño con cuerpo de cincuentón, jugando a ser presidente. Tampoco nos solidarizaríamos con narcisistas autoflagelados para ganar la simpatía popular. Mucho menos creyéramos en las “críticas” (que más bien parecieran un ardid) de quien guarda enorme responsabilidad en este infierno socioeconómico.


Basta de achacarle la culpa al otro. Entendamos la relevancia del rol desempeñado. Los padres, el estudiante, el empleado, las autoridades, quienes quieran ¡entiendan de una vez que cumplir con las obligaciones de la manera adecuada nos hace seres extraordinarios y de la probidad! 


Reescribamos la historia para bien y no para hundirnos más: tengamos Sentido de la Responsabilidad. 




Gabriel Rodríguez

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