jueves, 13 de noviembre de 2014

La oportunidad de abrirnos al perdón y el amor


Este domingo me ocurrió algo bastante curioso. Por un momento me sentí mal porque en medio de las ocupaciones y el trajín por las obligaciones cotidianas a veces olvidamos cuestiones sencillas, pero nada tontas.

Del 2 al 9 de noviembre el mundo estuvo celebrando La Semana del Abrazo en Familia. Resultó sorpresivo escuchar a la coral de la congregación católica a la que asisto entornar tan bonita canción donde hacen un llamado a Dios para que bendiga no solo a las familias del mundo sino “para que bendiga nuestros hogares también”.


Aquel acto fue tan bello y resultó imposible no llorar, sentirme nostálgico por un momento. 

Las familias levantadas y abrazadas en bonito gesto de amor, perdón y reconciliación. Porque todos estamos llamados a hacer del mundo un lugar más apacible.


En aquella ocasión pensé en mis temores, las disputas infructuosas que he sostenido con seres cercanos, en un país tan volátil, lleno de cosas bonitas y de otras tan desagradables. Solo en aquel instante me dejé llevar y sentí que es tan fácil, tan sencillo, tan espléndido, abrir el corazón, recibir a Dios, imaginar sus buenas obras en nosotros. 


Por lo general siempre pienso y le agradezco lo que me ha dado, pero no sé sentí tan mía la ocasión.


Notar que a pesar de las distancias tus padres siempre están allí en lo más profundo de tu ser. Tus hermanos, por más que pelees con ellos son los individuos por los cuales te sientes dispuesto a dar lo que está y no a tu alcance. Añoras a tus abuelitos que te han malcriado hasta la saciedad, pero han contribuido decisivamente en el forjamiento de tus valores éticos.


Se me olvidó cuantos miles de kilómetros hay de Maracaibo a la ciudad de San Felipe. Cerré los ojos y solo hice mío el momento. Imaginé a mis familiares felices, con la más absoluta y placentera armonía. 


Porque solo así querido lector, con mucha unidad y fraternidad podemos erigirnos como una bella nación.


Generalmente aprovecho mi espacio en este blog para fustigar lo que me desagrada. Hoy solo pensé en que nos regaláramos una ocasión para reflexionar y determinar qué queremos. El camino está allí, pero solo para que las familias unidas, sin resentimientos o malos recuerdos y con mucho amor, lo transitemos para hacer del país una tierra de provecho.


La familia es la base, es un pilar. Me siento cansado de leer noticias de crímenes entre estas o adolescentes delinquiendo o cometiendo actos de promiscuidad. La cruzada actual nos ubica en un espacio donde la cercanía entre padres e hijos y a la inversa, se hace fundamental para tener la Venezuela productiva anhelada.


Y sí amigo lector, mientras escribo este artículo en un pequeño escritorio, sin acceso a internet (temporalmente), vuelve la melancolía al recordar tan bonita ocasión del pasado domingo en la Iglesia Santísima Trinidad, ubicada en la Urbanización La Trinidad, parroquia Juana de Ávila en la ciudad de Maracaibo. 


Vivamos con mucha pasión y más allá de nuestras posturas, inclinaciones religiosas o políticas, procuremos hacer de Venezuela un lugar de bien, con personas de bien.




Gabriel Rodríguez

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