miércoles, 27 de febrero de 2013

Vivimos una telenovela

Imagen: Paula Giraud

Es tan gracioso hoy día sentarse frente al televisor y disponernos a ver una telenovela venezolana; con frecuencia son los mismos argumentos, personajes similares, la fantasía de los amores imposibles y los villanos aterradores y sobreactuados de siempre. La verdad, resulta cansón malgastar el tiempo con esos programas, cuando la verdadera teleserie la vivimos, sentimos y vemos a diario.

Nunca antes disfrutamos de una historia tan dramática, melancólica e insólita protagonizada por nuestros políticos y algunos personajillos públicos. Cómo es posible que en una sociedad como la nuestra, donde existen tantas universidades (públicas y privadas), abiertas o sujetas a alguna ideología específica, o bueno oportunidades de estudio, donde se puede acceder a contenidos impresos o digitales en cualquier establecimiento, sea cual fuere nuestro gusto para nutrir la intelectualidad y la necesidad de conocer y saber sobre algo. Escuchemos y veamos situaciones en las cuales debemos creer porque sí. 

Reconozco la abundancia de problemas sociales, económicos y culturales con los cuales convivimos a diario; pero ello no implica que como ciudadanos no tengamos la capacidad suficiente para discernir con respecto a esas situaciones aquejantes. Nadie se da cuenta que al Señor Presidente de la República lo han querido convertir en el Jean Valjean venezolano, un Robin Hood, El Conde de Montecristo o bueno al Jesucristo Súper Estrella criollo. Señores, el Teniente Coronel (y Dr. Honoris Causa) Hugo Chávez es un simple mortal sobre el cual reposa el destino del país, fue escogido para desempeñar esa función y su obligación se refiere a generar satisfacciones a todas las personas (nacidas o no en dicho territorio). 

El Jefe del Estado no es un galán que vino a salvar a su protagonista de las garras de unos malos malosos y sobre el cual debemos emitir cuanto suspiro nos provoque. El gran problema de la nación radica en la deficiente conciencia, razonamiento y madurez de los venezolanos. Debemos acabar con la telenovela, el llanto, el drama idiotizante. ¡Abramos los ojos! Démonos cuenta que existe un mundo el cual debemos explorar y aprovechar todo lo proporcionado por este. Basta de tanta retórica construyamos consciencia y cultura. Convirtamos la teleserie en una obra de arte en donde es menester la participación de todos. 

Lo realmente importante es alimentar la capacidad de discernir, riámonos de todos aquellos que desean publicidad sin mucho trabajo, méritos sin reunir características para lograrlo. Una Diosa Canales exponiendo su aberrante idiolecto será una constante, los “opositores” hacedores de política desde las redes sociales parecieran hoy la nueva praxis prolongada por unos cuantos años más, y quienes se prestan al juego sucio de engañar a sus ciudadanos continúan allí mirándonos como pobres borregos pasivos. Tal cual un productor de televisión se regodea de haber presentado al espectador escenas decadentes y haber alcanzado mayoritariamente el apoyo de la misma. 

El objetivo de aquellos es continuar sumergiéndonos es un pantano donde salir pareciera cada vez más difícil e imposible. Pero no te dejes engañar, en tu consciencia mandas tu y no ellos. Continuemos imaginando que mañana la telenovela será más inteligente, moderna y beneficiosa para el cultivo de nuestra intelectualidad.

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