Entendemos
la situación económica por la cual atravesamos cada uno de los habitantes del
país, y claro, luego de dos devaluaciones una del 45% y otra mayor a 100 según
lo dicho por expertos, resulta difícil comer, vestirse, cancelar servicios, y
echar una canita al aire de vez en cuando. Sin embargo, casi todos los años el
transporte público terrestre disfruta de aumentos en el precio de los pasajes y
notamos como ello no se refleja en la atención e infraestructura de los
vehículos con los cuales laboran.
Particularmente
en el Zulia, la situación es caótica e inaguantable, para colmo de males la
delincuencia organizada cada día empeora y en más de una ocasión hay asociación
para delinquir entre los choferes y maleantes. Así que el usuario no solo
soporta el golpe económico del pasaje, sino el robo de lo poco que les queda.
Es
necesario endurecer las medidas para vigilar una atención mejor al usuario, el
no abuso por parte de los choferes de las unidades de transporte público al
montar cuantas personas se les ocurra, exponiendo la vida de los mismos. No
obstante, el ciudadano común es gran responsable de tales situaciones por no
hacer los reclamos correspondientes cuando inició todo esto y evitar estos
hechos, por el contrario pareciera que nos encanta acostumbrarnos a lo malo y
permitir el abuso constante.
Existen
unidades en las cuales no hay asientos, el fin, bien sencillo, montar X
cantidad de pasajeros, todos hacinados, parados, sosteniéndose de algunas
deficientes estructuras de aluminio dispuestas en la parte superior interna del
autobús. ¿Es justo?
El
transporte público terrestre no le hace favores al ciudadano, a estas alturas
de la vida nada es “de a gratis”, cada uno de los usuarios cancela un monto por
el servicio y el beneficio no puede ser sencillamente llegar a algún destino,
los atributos deben ser otros no solo ese, aunque ciertamente es uno muy
fundamental, además la cuestión también está en llegar completo, sano y salvo.
Y
bueno entre algunas de las violaciones a las normas realizadas por los
profesionales del volante, está en desviarse por calles sumamente estrechas,
aún cuando se debe maniobrar casi a la perfección el autobús, indisponiendo
además a los habitantes de dichas comunidades; y la justificación de esta
acción básicamente se debe a la flojera de no calarse las colas.
Nadie
es indispensable y el día que el pueblo se canse realmente de estos aumentos y
no ver una representación del gasto en cambios tangibles, entonces
probablemente las horas 0 se quedarán tontas comparadas con la protesta que el
colectivo podría generar.
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